Ahora que recuerdo como fue que pasó todo, me parece absurdo, aunque en el momento no lo haya sido. Me burlo de mi estupidez. De haberme exaltado sin razón alguna. No sé.

Nunca había sido participe de una lipotimia, já eso en términos médicos, en lenguaje coloquial llámesele desmayo. Y le llamo lipotimia no por tener un vasto acervo cultural dentro de mí, já no, le llamo de esa manera gracias a que, mi tan inteligente y experimentado hermano, se encargó de que la adquiriera como tal en mi ya, de por si, seco cerebro.

Creerán que el desmayo lo sufrí yo, pero no; lo sufrió alguién mas.

Parecía ser una mañana como cualquier otra. Justamente faltando cinco minutos para que dieran las ocho de la mañana y repentinamente, habría imaginado que alguién pedía ayuda, una voz que se perdía con el pasar de los autos, pero no, no era un sonido producto de mi imaginación. Era real, estaba ahí.

Mientras mi hermano tenía la indeseable, al menos para mí, ansia de sentir la nicotina en su cuerpo, me acerqué frenéticamente hacia él, al mismo tiempo, que observaba que un cuerpo yacía sobre el asfalto húmedo por la lluvia que había caído la noche anterior.

El cuerpo estaba débil y en su rostro podía, a simple vista, observarse cierta palidez en el.

Tuve un leve grado de exaltación, seguramente fue provocado porque era algo que no esperaba. No, en ese momento.

Su cuerpo realmente parecía estar dañado; lo tomamos lentamente y poco a poco fue reaccionando nuevamente. Se le brindó la ayuda a tiempo, reaccionamos antes de que su cabeza tocara el piso con fuerza y entonces si, habría pasado algo mucho peor.

Ahora todo está bien.